Te pones a ello–lo que sea, pues lo que cuenta es empezar–y el mismo efecto inacabado, por inacabado, parece como si tirara de ti y te indujese a proseguir. No hay nada mejor que comenzar para proseguir. A veces cuesta–por indecisión, por pereza, por la dificultad intrínseca del asunto…–, pero una vez dado el primer paso es como si el viento soplara ya a favor y, en algún momento, como si pudieras navegar a toda vela. Ocurre, además, que recordamos mejor el trabajo inacabado, la obra incompleta, que las operaciones finiquitadas, los problemas resueltos o los temas archivados.
La penúltima bondad, Josep María Esquirol
Categorías:Uncategorized