
El espíritu de este soberano juez del mundo no es tan independiente que no esté expuesto a ser perturbado por la primera algazara que se produzca a su alrededor. No hace falta el ruido del cañón para imposibilitar sus pensamientos: basta el ruido de una veleta o de una polea. No os asombréis si no discurre bien ahora: una mosca zumba en sus oídos: basta esto para hacerle incapaz de buen consejo. Si queréis que pueda encontrar la verdad, expulsad a este animal que mantiene en jaque a su razón y obnubila esta poderosa inteligencia que gobierna las ciudades y los reinos. ¡Mirad qué gracioso dios! «¡Oh ridicolosissimo eroe!» (Blaise Pascal)
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